Empezar a practicar yoga puede ser una experiencia transformadora. Es el inicio de un camino que no solo fortalece el cuerpo, sino que también abre espacio para la introspección, la calma y el autoconocimiento. Pero como todo comienzo, está lleno de dudas, expectativas y, a veces, errores que pueden desanimar o dificultar el proceso. Este artículo no busca señalar, sino acompañar: mostrarte cuáles son los tropiezos más comunes al iniciarte en el yoga y cómo puedes evitarlos con suavidad, paciencia y conciencia.
Compararte con los demás
Uno de los errores más frecuentes al empezar yoga es mirar alrededor —ya sea en una clase presencial o en un vídeo online— y sentir que los demás lo hacen mejor. Que son más flexibles, más fuertes, más avanzados. Esa comparación silenciosa puede generar frustración y desconexión. Pero el yoga no es una competición. No hay un “mejor” ni un “peor”. Cada cuerpo tiene su historia, sus límites y su ritmo. Lo importante no es cómo se ve la postura, sino cómo se siente desde dentro.
¿Cómo evitarlo? Practica con los ojos cerrados de vez en cuando. Respira profundamente y lleva la atención a tus sensaciones. Recuerda que el progreso en yoga no se mide en centímetros, sino en presencia.
Forzar el cuerpo más allá de sus límites
Es fácil caer en la trampa de querer “hacer bien” la postura desde el primer día. Pero el cuerpo necesita tiempo para adaptarse, para abrirse, para confiar. Forzar una postura puede provocar lesiones, incomodidad y rechazo hacia la práctica. El yoga no busca que llegues al máximo, sino que explores el camino con respeto.
¿Cómo evitarlo? Utiliza apoyos como bloques, cinturones o mantas. Escucha a tu cuerpo: si hay dolor, retrocede. Si hay tensión, respira. La verdadera práctica está en el ajuste consciente, no en la exigencia.
Olvidar la respiración
Cuando estamos concentrados en “hacer bien” la postura, es común que la respiración se vuelva superficial o incluso se detenga. Pero en yoga, la respiración es el hilo conductor. Es lo que une el cuerpo con la mente, lo que transforma el movimiento en meditación. Sin respiración consciente, el yoga se convierte en gimnasia.
¿Cómo evitarlo? Antes de empezar cada sesión, dedica unos minutos a respirar profundamente. Durante la práctica, coordina cada movimiento con una inhalación o una exhalación. Si pierdes el ritmo, detente y vuelve a respirar.
Practicar sin constancia
Otro error habitual es pensar que basta con hacer yoga una vez al mes para notar cambios. Pero el yoga, como cualquier disciplina, requiere continuidad. No se trata de hacer mucho, sino de hacerlo con regularidad. La constancia es lo que permite que el cuerpo se abra, que la mente se calme y que la práctica se integre en tu vida.
¿Cómo evitarlo? Empieza con sesiones cortas, de 10 a 15 minutos, tres veces por semana. Elige un horario que puedas mantener y crea un pequeño ritual alrededor de tu práctica. La clave está en la repetición amorosa, no en la intensidad.
Elegir un estilo inadecuado
No todos los estilos de yoga son iguales. Algunos son más dinámicos y físicos, como Vinyasa o Ashtanga. Otros son más suaves y meditativos, como Hatha, Yin o Kundalini. Elegir un estilo que no se adapta a tu momento vital puede hacer que la práctica se sienta ajena o frustrante.
¿Cómo evitarlo? Infórmate sobre los distintos estilos y prueba varios hasta encontrar el que resuene contigo. Si estás en un momento de estrés, quizás necesites un yoga más lento. Si te sientes con energía, uno más activo puede ayudarte a canalizarla.
Practicar sin guía al inicio
Aunque hay miles de vídeos disponibles, empezar sin orientación puede llevar a adoptar posturas incorrectas o hábitos difíciles de corregir. Además, tener a alguien que te acompañe en los primeros pasos puede marcar la diferencia entre abandonar o enamorarte de la práctica.
¿Cómo evitarlo? Si puedes, toma algunas clases presenciales o en línea con un profesor certificado. Observa cómo corrige, cómo explica, cómo adapta. Luego, cuando practiques en casa, lo harás con más seguridad y confianza.
Pensar que el yoga es solo físico
Muchas personas llegan al yoga buscando mejorar su flexibilidad o aliviar dolores físicos. Y aunque eso es parte del camino, el yoga va mucho más allá. Es también una práctica mental, emocional y espiritual. Es una forma de estar en el mundo con más conciencia, más calma y más conexión.
¿Cómo evitarlo? Dedica unos minutos al inicio o al final de tu práctica a la quietud. Puedes meditar, agradecer, respirar o simplemente observar. El yoga empieza cuando termina la postura.
Conclusión
Cometer errores al empezar yoga es parte del proceso. No hay camino sin tropiezos, y cada uno de ellos es una oportunidad para aprender. Lo importante es no juzgarte, no exigirte, no compararte. El yoga te invita a volver a ti, a escucharte, a respetarte. Y si lo haces con paciencia y cariño, tu práctica se convertirá en un refugio que te acompañará toda la vida.
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